1 Pedro 1:14-16
14 como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;
15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;
16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
En la Lección n.08 estuvimos hablando de como el Espíritu Santo trabaja en el acto de la regeneración para darnos una nueva vida espiritual, pero su obra no termina allí. La labor del Espíritu Santo no es solo unirnos a Cristo si no que también nos trasforma a la semejanza de Él. Es lo que el Nuevo Testamento describe como santificación.
¿QUÉ SIGNIFICA LA PALABRA SANTIFICAR?
Santificar significa “poner a parte” o “estado de separación”. En relación al creyente significa que ha sido puesto a parte o separado de lo que no es santo, del pecado, para servir a Dios.
LOS TRES ASPECTOS DE LA SANTIFICACIÓN
1. Santificación posicional (inmediata)
La santificación posicional se efectúa por Dios. En el momento en que creemos en Jesús y los aceptamos como nuestro salvador somos unidos a Él, de consecuencia su perfección, santidad y justicia son transferidas a nosotros. Por lo cual delante de Dios estamos limpios y santificados (Rm 8:29-30; 1 Co 1:30).
Esto no se debe a que somos santos en nosotros mismos, si no por la gracia de Dios, mediante la ofrenda del cuerpo y la sangre de Cristo derramada por nosotros para purificación de nuestros pecados (Heb 10:10; Heb 10:29).
Un ejemplo de esto lo tenemos con la iglesia de la ciudad de Corinto, la cual estaba llena de problemas, contiendas, divisiones y pecados (1 Co 1:10-11; 1 Co 5:1-2; 1 Co 6:1-8), sin embargo el apóstol Pablo en su carta los llama “santificados” (1 Co 1:2, 6:11).
Es importante entender que la santidad no se define primeramente por lo que hacemos o no hacemos, sino a quién pertenecemos.
Ahora, estos cristianos no estaban dando un buen testimonio de la salvación que ya tenían en Cristo Jesús. Por lo cual Pablo en 2 Corintios 7:1 escribe «así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios». Con estas palabras Dios estaba llamando a cada creyente en Corinto a crecer o aumentar su santificación personal, lo que nos trae al otro punto.
2. Santificación progresiva
Este segundo aspecto tiene que ver con la santificación como una experiencia en la vida diaria del creyente y está relacionada con su crecimiento.
Es el resultado de nuestra rendición a Dios, la completa dedicación a Èl que es nuestro culto racional (motivo de adoración). Ya no vivimos para nosotros mismos, si no para Él, su plan y su propósito (Rm 12:1). Tampoco vivimos de acuerdo al “sistema de este mundo” o sea sus principios, valores etc, si no para el Reino de los cielos (Jn 17:14-17). Ya no usamos nuestros cuerpos para el pecado si no para la justicia (Rm 6:19; Rm 6:22).
Como cristianos debemos entender que la santidad no implica finalidad, todos estamos llamados a alcanzar niveles más altos. Tal como antes crecíamos más y más en pecado, ahora debemos crecer más y más en la santificación.
El Nuevo Testamento está lleno de instrucciones de como el creyente debe crecer en la semejanza con Cristo imitándolo, perfeccionando y creciendo en santidad, la cual debe ser buscada fervientemente (Pr 4:18; 2 P 3:18; Ef 4:12-15; Ap 22:11).
Nota:
Aunque la santificación «posicional» y «progresiva» siempre deben distinguirse, la Biblia también muestra que nunca deben separarse. Hebreos 10:14 dice de Jesús: «Pues mediante esa única ofrenda, él perfeccionó para siempre a los que está haciendo santos ». Ya hemos sido hechos perfectos (santificación posicional) pero aún nos santificamos (santificación progresiva).
Jesús nos da una imagen de esto en Juan 13:10 «Una persona que se ha bañado bien no necesita lavarse más que los pies para estar completamente limpia. Y ustedes, discípulos, están limpios, aunque no todos.» Veamos cómo los discípulos que creyeron en la palabra de Jesús (Jn 15: 3) ya se habían bañado (santificación posicional), pero todavía necesitaban perdón regular por sus pecados, ya que se ensuciaban los pies en el camino o sea el diario vivir (leer 1 Juan 1: 8-10), hasta el día en que finalmente alcanzarían la perfección en el cielo, lo que nos lleva al punto final.
3. Santificación final
La santificación llega al estado de perfección en la glorificación de nuestros cuerpos (Fil 1:6; 1 Jn 3:2).
Concluimos este punto diciendo que: Somos santos en Cristo, al mismo tiempo estamos creciendo en la experiencia de la santidad, y seremos totalmente santificados en nuestra glorificación en el Reino de los cielos.
¿POR QUÉ DEBEMOS SANTIFICARNOS?
1. Debemos santificarnos primeramente porque nuestro Padre es Santo (Sal 99:9). Debemos ser hijos obedientes (1 P 1:14-16) y ser santos en toda nuestra manera de vivir, o sea en todo aspecto de nuestra vida (1 Ts 5:23). Debemos apartarnos del pecado (2 Co 6:17).
2. Cristo Jesús fue santo, inocente, sin mancha apartado del pecado, separado para un propósito. Él es nuestro modelo a seguir. Así como Él fue enviado con un propósito de igual modo nos separa y nos envía a dar el mensaje de salvación a otros (Jn 17:18-19).
3. La voluntad de Dios es nuestra santificación (1 Ts 4:3; 1 Ts 4:7-8).
4. Somos templo de Dios (1 Co 3:16; 1 Co 6:19-20).
¿QUIÉN NOS AYUDA EN ESTE PROCESO?
El que realiza la obra santificadora es el Espíritu Santo, como bien lo dice su nombre (2 Ts 2:13; Rm 1:4; 1 P 1:2).
El Espíritu Santo nos rebela nuestro pecado ya que Èl escudriña todas las cosas, examina nuestro corazón 1 Co 2:10-11 (debemos pedirle al Señor que nos escudriñe). También nos redarguye (amonestar a alguien con el fin de que se corrija) y nos convence de pecado (Jn 16:8). Nos ayuda a vivir en santidad. También ora e intercede por nosotros (Ro 8:26-27). Nos ilumina, nos da entendimiento para comprender la Palabra de Dios (Jn 16:13). Cuando estamos enfrentando alguna situación o tentación Él nos recuerda alguna enseñanza bíblica para ayudarnos a salir en victoria (Jn 14:26). Produce frutos en nosotros (Ga 5:22-23).
CONCLUSIÓN
Finalmente, procurar la santidad, lo cual hacemos porque el Espíritu Santo vive en nosotros, es cómo podemos revelar cada día que el cielo es nuestra esperanza, que vivimos para mejores deseos, porque tenemos un salvador y un Reino esperándonos (Ef 2:19). La santificación es la consecuencia de “a quién pertenezco” y “para donde voy”.
Hebreos 12:14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
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